¿Quién soy yo?
Somos el resultado, cualquiera de nosotros, no tan solo de lo que hemos vivido sino en especial, de lo que creemos recordar e interpretamos de lo que hemos vivido. Si a mí me educa tempranamente mi familia próxima, recordándome constantemente durante años que mi hermano es más hábil en los estudios, que yo no tengo esa misma cualidad y se me califica incluso de torpe, puede que me esté programando de forma negativa desde la infancia para auto sabotearme involuntariamente en los estudios porque creo que tengo ciertas limitaciones intelectuales insalvables. Al hacerme mayor seguiré convencido de que esa opinión es natural y valida, evitándome crecer profesionalmente porque estoy convencido de que yo no lo valgo. Apliquen este duro ejemplo a todo tipo de miedos, inseguridades y carencias, generadas en el pasado y que molestamente siguen todavía activas en el día de hoy. Entenderán que somos el pasado caminando en tiempo presente y el resultado para bien, o para mal, de las opiniones creadas ayer.
¿Para qué sirve la regresión?
Como en el caso ilustrado, la utilidad de una regresión sería actualizar nuestra base de datos cognitiva y emocional. Revisaríamos las cualidades en nuestro activo presente que nos pueden permitir conseguir nuevos objetivos, y revisaríamos también los errores que conscientemente hemos superado (de los que, por supuesto, podemos y debemos aprender. Ayer puede que creyéramos que no éramos competentes, pero quizá hoy nuevos elementos de juicio, creados por nuevas vivencias, nos dice que podemos ser mejores de lo que nos habían dicho y de lo que habíamos creído. En una sesión de hipnoterapia, se viaja hacia atrás para tener una visión panorámica de la situación dónde activamos la creencia errónea. Después, con las nuevas experiencias y opiniones positivas actualizadas del presente, desactivamos la programación limitante antigua y la renovamos por una programación emocional dónde no haya límite a nuestras expectativas de crecimiento humano y personal.
¿Es peligrosa la regresión?
Como todo en la vida, depende de quién la dirija. Llevar al taller a reparar el coche no es un peligro sino una necesidad (la reparación hace falta), pero el problema estará en encontrar un mecánico con experiencia que conoce bien lo que hace. Un coche mal reparado sí que puede ser un verdadero problema. De igual manera, cuando vas al pasado pasas por una necesaria “reparación” de pensamientos obsoletos que te bloquean en el presente. El hipnoterapeuta que te guíe debe ser especialista en la remodelación y actualización de los procesos mentales. También debe saber crear el espacio de higiene mental para limpiar las emociones tóxicas y dejar a pleno rendimiento las emociones útiles y positivas.
Si el hipnoterapeuta hace bien su trabajo, no se limitara a darte pautas nuevas durante la sesión, te enseñara además a saber crear un “mantenimiento” posterior de tu vehículo mental. Igual que cuando sales del taller de reparación de automóviles está bien que tú tengas conocimientos básicos para cambiar el aceite, las ruedas etc., el hipnoterapeuta debe saber instruirte para mantener constantes los nuevos pensamientos positivos que te permitan mantener de forma estable y sana la calidad de vida que necesitas.
Dejadme terminar con la conocida y sabia reflexión: “quien no reconoce los errores de ayer, está condenado a repetirlos hoy”. Yo amplío el mismo concepto en grado positivo: “Quien aprende de los errores de ayer, será maestro en crear nuevos aciertos para hoy”.