El problema
¿A quién no le ha pasado? Hay una parte tuya que desea comenzar una dieta para adelgazar y mejorar la salud ahora mismo, pero hay otra parte tuya que siempre dice “ya comenzaras mañana” y por supuesto, ¡ese “mañana” nunca llega! Siempre hay un motivo para posponer lo que hace tiempo que deberías estar realizando. Un pensamiento tuyo te incita a fumar, pero hay otra parte de ti que está deseando abandonar el hábito del tabaco para siempre. Tú sabes lo que realmente deberías hacer. No lo haces porque ese, aparentemente sencillo, “tú sabes lo que deberías hacer” no está priorizado por igual en las grabaciones existentes en tu cerebro que te dictan cómo evaluar la vida. La realidad es que tenemos dos pensamientos internos que compiten entre sí con opiniones diferentes sobre el mismo asunto. Uno apoya un tipo de conducta y el otro apoya la opuesta. ¿Y qué sucede? Que en esa “batalla” interna, suele ganar el que es más perezoso y desea mantener su zona de confort, en lugar de esforzarse por el cambio. Es en ese momento que podemos decir que aparece nuestra vieja conocida la procrastinación: posponer hasta el infinito nuestras prioridades más urgentes.
La solución
¿Alguien de ustedes hace algo en esta vida si no tiene una gratificación a cambio? Esa es la sencilla clave ¡la recompensa! Cuanto mayor es, más nos entran deseos de conseguir un objetivo. Decides “amar” a alguien porque necesitas compañía, amar, ser amado, comprensión, apoyo, etc. Haces unas oposiciones porque deseas un nivel laboral que te permita un sueldo más alto y a su vez consigas otras gratificaciones que puedan comprarse con dinero: un estilo de vida, una casa mejor, un coche nuevo, viajes… Si somos lógicos veremos que hasta en las conductas más altruistas hay un deseo no consciente que recompensa al que tiene esta actitud: ver feliz a alguien, sentir que aportas algo a una buena causa, etc. El mensaje de fondo que implican estos ejemplos es que si deseas cambiar un mal hábito, debes tener la motivación apropiada que te impulse a trabajar por ello. Cuando tienes claro lo que deseas es cuando te pones manos a la obra. Para ti conseguir ese “premio” es tan importante que persistes con la fuerza de voluntad suficiente para superar cualquier inconveniente u obstáculo que se te ponga por delante. El resultado será alcanzar tu objetivo para disfrutar plenamente de él.
Cómo hacerlo
Os dejo unas simples indicaciones mediante las cuales podréis realizar cambios de manera rápida y eficaz:
- Visualizar nuestra recompensa como si ya la hubiéramos alcanzado y estamos disfrutando plenamente de ella.
- Crear un plan para conseguir ese premio lo antes posible, preguntándonos: “¿para conseguir mi premio, que debo hacer ya? ¿Quiero conseguirlo ahora, o dentro de 20 años?
- Comenzar de inmediato el camino hacia el objetivo, ¡disfrutando del camino continuando con la mente fija en la recompensa!
Hay que hacer este ejercicio, al comenzar o terminar el día dedicar unos minutos a nosotros y nuestro deseo. No dejes que nada te interrumpa en este espacio de claridad mental. Si lo haces correctamente, habrá una ruptura entre esas “contradicciones” del hacer o no hacer. Una voz interior ambiciosa y motivada se impondrá a las perezosas y, pegando ese simbólico puñetazo en la mesa con la fuerza de la determinación, dirá “yo quiero esto y hago lo necesario a partir de ahora para conseguirlo”. Haz el ejercicio, saboréalo, concéntrate y crea tu propio escenario autohipnótico. Te sorprenderás de lo sencillo que resulta apartar para siempre la procrastinación de tu vida.